Luz
Si dejásemos flotar un poco más nuestros pensamientos, los colores de las cosas cambiarían, los olores serían más intensos, y los roces más sutiles. Deambulando mentalmente, cada momento tiene música; crea una nueva melodía que nos ata en el instante y nos hace sentir lo insensible y añorar lo prohibido. Sólo basta con perderse en un suspiro ajeno o dar de comer a las palomas.
Una tarde me senté junto al estanque del parque. Mi único deseo era deshacerme de lo cotidiano tomando aire fresco. Sin darme cuenta comencé a adentrarme en una coreografía en la que figuras primaverales bailaban en los alrededores con el viento a su favor. Las faldas festejaban el sonido del agua sobre la cañada, dando vueltas en torno a piernas hambrientas de calor y largas caminatas, que en conjunto harían que el año despertara. El agua se llenó de luz, las rosas florecieron en segundos y el sudor comenzó a arroparnos y a tentar al tacto. Pero el Sol cayó, calmando con su despedida los bailes y opacando los colores, devolviéndome a lo mismo de siempre, a la misma tranquilidad insípida del día a día.
Labels: instante, melodia, memoria, momento, música, olor, olvidar, pensar, roce, sutil