Locuras en una licuadora humana

En este sitio encontrarán alucinaciones, delirios y todo tipo de banalidades creadas por una mezcla de los tornillos que faltan en mi cabeza y una dosis de extranjería inevitable... Ríanse y sepan que todavía existo. NOTA IMPORTANTE: No me hago responsable de palabra alguna publicada en este sitio.

7.4.09

Eureka

Hace poco tiempo, debo decir, le encontré el truco a la vida. Comencé a tener ese sentimiento de revelación con el que todo cobra sentido. Los rayos de luz, el ruido de los coches en la calle, el olor a aceite en las cocinas por las noches; cada cosa dejaba de hacer un mero acto de presencia para pasar a ser protagonista en mi propia película. Por fin entendí lo que era observar, cuando al ver a la pelota botar en el parque sentí la emoción del partido. Cuando una pareja, fundida en un abrazo, lloraba tan amargamente que también me hizo llorar. Cuando bailé contigo y me tele transporté a una dimensión desconocida. O cuando me acosté y me perdí en el más profundo sueño incrustado en mis almohadas… Comprendí que cada segundo contaba, que cada instante era el momento cúspide de la existencia, y que todos somos capaces de corrernos tan intensamente como queramos en ese orgasmo que es vivir. Sólo hace falta quererlo. Por ello, decidí embarcarme en un experimento que ha terminado convirtiéndose en un estilo de vida, un camino en dirección única, indiscutiblemente irreversible. Decidí ser el portador de mi palabra y contagiar a cada ser con que me cruce del inmenso deseo de ser y de estar, hasta lograr que, como yo, quiera gritar con toda la fuerza de sus pulmones: Eureka.

Recientemente leí que la felicidad se mide en función de la calidad de nuestras relaciones. Por ello, a menos que seamos ermitaños, monjes en claustro o decidamos guardar voto de silencio recluidos de la humanidad por el resto de nuestros días, el contacto con demás seres de nuestra especie, no sólo es inevitable, sino también parte fundamental de nuestra razón de ser. Nacimos para estar juntos, para trabajar en equipo, para hacer orgías y manifestarnos en contra de lo que consideramos injusto. La usadísima palabra sinergia pone de relieve la importancia de pensar y actuar en conjunto, acciones que arrojan resultados imposibles jugando en solitario. Yo, tú, ella, y cada uno de nosotros somos eso que algunos llaman Universo, otros llaman Dios y otros llaman Todo. Con esto basta para deducir muy fácilmente que las congregaciones tienen un poder celestial.

Pocas de las personas que he conocido en los últimos años me creen cuando les digo que de niño fui muy tímido. Lo fui. De hecho, sé que en el fondo me queda algo de ese crío ingenuo y temeroso al rechazo y al ojo crítico de la muchedumbre. El que temblaba al dirigirse al público, por reducido que fuera. Al que le costó siglos dar un primer beso. El que un día se juró vencer sus miedos y lanzarse al abismo en busca de un paracaídas virtual que sólo encontraría afrontando a la gente. ¿Y qué descubrió? Que como en el Mundo de Nunca Jamás, no hay caída libre de la que uno no pueda librarse mientras se aferre a su pensamiento más feliz. Y así, como Peter Pan, dejé de envejecer y, convertido en una carcajada andante, comencé a flotar, a volar, y a fluir en mi paso por la Tierra.

Pero la felicidad no es un derecho, es un deber, porque los estados de ánimo son contagiosos y las caras largas muy fácilmente imitables. Somos como esponjas. Absorbemos el elíxir que emanan los demás, independientemente del aroma que desprenda. Como espejos, reflejamos la alegría con la misma facilidad que proyectamos las penas. Comprendido esto, tatué para siempre una sonrisa mucho más pronunciada en mi boca (siempre sincera) para que otros entendieran lo divertido que puede ser vivir. Y salí corriendo.

Corrí en busca de todas esas sonrisas perdidas. Corrí tan rápido que llegué a perder el aliento, pero eso no importó. Busqué y busqué, escudriñando en cada rincón, bajo las piedras, en el agua, dejando de comer y de dormir. Poco a poco fui encontrándolas. Una por una se hicieron evidentes, aunque al principio de un modo muy sutil, dibujándose entre labios y suspiros, entre anhelos y gemidos, despertando primaveras, regalando lunas llenas y muestras gratis de la más intensa sensación de placidez. Y como el maestro es hijo de la práctica, aprendí a colorearlas a completa discreción, en los parques, en los bares, en los trenes. A fabricarlas sin esfuerzo, a pedirlas y ser correspondido siempre que lo precisara, logrando inmortalizar recuerdos de encuentros fugaces incluso en lugares inimaginables.

Cual ping pong entre tus ojos y mi boca, mis ojos y la tuya, jugamos de un modo tan furtivo que todo el entorno se excita sin saberlo. Silenciosos bombardeos de endorfinas llenan la distancia y nos unen en un roce pleno de ternura, acompañado de millones de latidos y de un cosquilleo inagotable, que dejarán marcadas nuestras mentes durante todo lo largo del día. Los segundos pasan y cada quien retorna a su mundo, siguiendo adelante en espera de ser otra vez seducido por uno de esos instantes de magia.

Se abre la puerta y rápidamente sacudo el agua que empapa mi pelo y mi abrigo. Mojo la entrada y al pasar pido disculpas, sin percatarme de que el entorno es propicio para olvidar todos mis males. De repente, siento como tu perfume invade mis fosas nasales y, a la velocidad del sonido, se apodera de todo mi interior y me hace levitar hasta una dimensión en la que sólo existes tú. Como un completo idiota, suelto todo lo que tengo en manos esperanzado en que tan sólo te acerques un momento, dejando que la suavidad de tu aroma perfore para siempre mis pulmones y los llene de ti… me llene de ti. Me ayudas y mi alma lo agradece, y en silencio jura ser tuya eternamente. Te levantas y sonríes, te despides y te extraño, luego parto y grito de alegría porque todo ha valido la pena.

Y así pasan los días, las noches se acuestan, y discretamente sigo persiguiendo instantáneas de ese tipo. Vivencias puramente pasajeras, pero inmensamente necesarias. Situaciones que suplen mi adicción a adrenalina y energizan mis mañanas y mis tardes, aportando las escenas más dulces a este gran largometraje que no es más que un clímax eterno y multitudinario.

[Publicado en Tacones Urbanos.]

21.1.09

Pavel Rivera

Como caricias auditivas, melodías en verso y prosa, ritmos que hacen palpitar a un millón de corazones al unísono…

Notas y palabras puestas en escena con el rigor de alguien que realmente sabe hacer las cosas, y a su vez con la adrenalina que caracteriza a un alma por siempre aventurera.

Es el arte de Pavel Rivera, desde luego uno de los protagonistas del futuro musical de la República Dominicana.

www.pavelrivera.com

www.myspace.com/pavelrivera

25.11.08

...de after...

Según la hora y el contexto, la vida puede percibirse de un millón de formas distintas…

Caen algunos rayos de luz recién despertados, con muchísimas ganas de vivir, de alumbrar y calentar… Calentarnos a todos y hacernos sentir que todavía seguimos vivos y llenos de ilusiones ingenuas, aunque a veces perversas.

Intentamos sentir esas últimas bocanadas de histeria nocturna. Prolongamos cada segundo que queda, cada momento que invita a culminar la sensación de éxtasis de una noche a punto de ser olvidada.


(Escrito un sábado a las 08:39am.)

7.11.08

Tropezones

Cuéntame tu más oscura fantasía, desnudando sólo un rato tu pudor. [No quiero que me mientas esta vez.] Desviste tu mirada y dame una sonrisa… Que sea maligna, que me invite a penetrar lo más profundo de tu mente, a follarme a tus secretos, que me hechice y me convenza de dejarte sola con los míos.

Mordisquea mi consciencia, lame cada palabra que digo, y mientras tragas párrafos enteros de dialéctica y lujuria, córrete dentro de este cuento de hadas. Deshazte del peso que esclaviza a tus músculos, permite a ese gemido escaparse de tu vientre, pierde la mirada sobre sábanas sudadas, pero no te muevas, que la cámara de fotos incrustada entre mis ojos inmortalizará tu figura y tu delirio, regalándome un recuerdo eterno, un momento repetible en el que todo lo que está bajo tu piel me pertenece.

En un trance espiritual, a siglos luz de ti, de mí, recorro con mis dedos la humedad que brota de tus poros, dibujando tu cintura, tus costados, tus anhelos, y el tiempo es divino porque aquí no existe, quedó enredado en la última prenda que soltaste ansiosa en la escalera.

Compartimos grandes dosis de olvido disfrazado de humareda, bocanadas de cosquillas que entumecen los sentidos; nos apoderamos de este trozo de vida como bohemios neoclásicos, tarareando una oda a la inocencia rebelde, al escapismo pasajero, a los placeres más básicos.

Bobo, platónico retro-existencialista, fiel a las remembranzas alcohólicas, juego con tus labios y los míos, escupiendo mi más sincera dedicación, bebiendo cada gota de tu ser, tan dulce como versos aun por ser escritos, tan frágil, transparente, como la verdad misma.

Enamórame del cielo antes de entrar, ahógame en un oasis de suspiros. Asfíxiame en tu calma, una, dos, tres veces, y cuando ya no queden peces, arrójame en el mar, e incinérame con gritos de locura hasta extinguirme.

1.11.08

Opacos

Todos tenemos secretos, algunos grandes, otros chicos, pero inevitablemente todos…

Si los tuyos estuviesen en venta, compraría alguno que otro para pasar las lluviosas tardes de domingo, en las que el Sol, triste y resfriado, no hace más que lamentarse, y llora rayos tenues, frágiles, sombríos, mientras yo descubro imágenes e ideas de tu vida que en mi mente jamás habría querido tener.

Dicen que si tuviésemos acceso a los pensamientos ajenos, nadie sería amigo de nadie. Sólo imaginarlo me da miedo. De ahí, el pilar fundamental de la amistad: el secreto. Desde niños, al crecer, al amar y envejecer, escondemos delitos virtuales, deseos inalcanzables y placeres ilícitos, compartiendo dignamente con los otros en una confortable nebulosa de verdades a medias y sonrisas en colores pastel.

Adolescentes y ancianos, abogados, prostitutas, y hasta el perro guía que fielmente conduce a los ciegos. Unos tras otros, inventamos realidades paralelas para camuflar ciertos detalles de la vida, haciéndolos imperceptibles al ojo poco diestro, ocultando en las miradas fantasías desdeñables, anhelos maquiavélicos, e indicios de instintos suicidas.

Una vez oí: Le haría el amor a tu psiquiatra sólo para poder acariciar a tus secretos mientras duermen, y violarlos sin dejar un solo rastro…

Pasan los días y, en conjunto, entonamos sinfonías dulces al oído, fáciles de oír y tararear, evitando despertar los malestares posteriores a una resaca de luz y transparencia.

Al final de cada jornada se cierran las cortinas, se desatan los tabúes y a escondidas dejamos descansar nuevamente a la bestia vestida de bella, esperando una vez más que, a la mañana siguiente, el maquillaje que rigurosamente vestimos no se nos corra.

12.5.08

Heroína virtual

¿Por qué vende tanto el sufrimiento? Me pregunto…

Los libros, la radio, los cines y todo a nuestro alrededor, impregnado de un aire con sabor a prensa rosa. Sensacionalismo hasta en el desayuno y después de la siesta. Lo ajeno se vuelve “importante” cuando es triste, y se desarrollan, en paralelo, telenovelas reales y efectivamente humanas. Tantas como para aburrir. Escoges una para pasar la tarde, pero no entiendes; las cosas andan bien en el hogar. Te desprendes de ella, y a por otra.

El remordimiento en tu facción batalla feroz contra una risa inmunda, aún en potencia. La reservas para más tarde, cuando haya público con el que divertirse a costa de otros.

Es curioso. Esta sensación no conoce género, clase ni credo. Es la verdad que nos une y nos hace partícipes del engranaje social (del que, al parecer, me gusta tanto hablar). Una verdad pura y absoluta como la vida misma, como el hambre, el sexo y la muerte. Un mismo idioma, millones de dialectos.

¿Por qué parece tan difícil mirar hacia dentro? ¿Se facilita tanto el contacto con el mundo exterior a un nivel en el que nuestras propias existencias se trivializan, o es que preferimos evitar levantar falsos testimonios y así escapar del ojo de la tormenta dentro de la cual vivimos?



Ante el pan y el circo, me decanto por el pan; el circo lo invento a mi manera. Telenovelas que carecen de mentiras populares pero que rebozan de miradas y sonrisas también latentes, escondidas entre rostros coloridos, con aroma a humo, alcohol y sudor. Sentimientos que se estremecen, por momentos, miradas que juegan a no desearse las unas a las otras. Mentiras más frágiles, ligeras y con ganas de sentirse acariciadas, desvestidas, recordadas… Retumban los oídos, se abren los poros, se marea la consciencia y allí renace una inocencia perdida, lista para otorgar un nuevo viaje espiritual que no será largo pero dejará rastros en el inconsciente posterior.

Luego de unos años, y miles de rastros de inconsciencia, podemos reinventar toda una vida y perdernos despiertos en un cuento de hadas casi verídico, para así soñar en continuo y transcurrir en un trance apenas perceptible.

Son dos versiones muy distintas de la misma anestesia de vida. Prefiero drogarme con la mía.

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27.3.08

Almas nocturnas

Mi nombre poco importa. El de ella podría resultar algo más interesante, pero tampoco hace falta mencionarlo. Somos la misma persona en dos individuos de sexos opuestos. De día descansamos de nuestra ineludible identidad, pagamos impuestos, y colaboramos con el engranaje social de los teclados y de los contactos a distancia. Detestamos, como todos, el grito ensordecedor del despertador en la mañana, la ducha caliente dentro de un baño congelado, el café que sólo existe en presencia de un cigarrillo, y todo lo que acontece a medida que pasan las horas. Pero la Luna no descansa y, con ella, el Sol queda arrastrado de nuevo. Entonces todo se oscurece y damos otra vez la bienvenida a esas tandas de juegos prohibidos.



De noche volvemos a ser aquello para lo que vivimos. Entramos en un mundo en el que “saber estar” no es cosa de todos, y pocos se logran deleitar con esos placeres nocturnos. Nuestra afición consiste en deshacer parejas. Quebramos el espejo que se forma cuando dos miradas se tocan. Disolvemos el bailar de las frases ajenas que, al unísono, pierden el interés por la otra. Nos adentramos en un aura ya multitudinaria y cambiamos el sentido de la química inalterable que en algún momento hubo.

Y así damos inicio a una sinfonía a cuatro instrumentos que, en conjunto, interpretarán horas de melodías posiblemente muy conmovedoras. Una red de gestos, miradas y algunas caricias se entreteje y, suavemente, electrifica el ambiente en el que suspiros y humaredas coexisten. Sonidos, olores y sensaciones de calor intermitente…



Es interesante como, en ocasiones, suceden las cosas. Una historia, dando vueltas con la música y las copas, puede transportarnos a una dimensión distinta en la que, a menudo, podemos experimentar desenlaces sumamente diversos. Allí encontramos ese elíxir que nos mantiene vivos y en un éxtasis constante. Allí es donde todo termina descifrando su verdadero significado y donde el universo se nutre y descansa, para luego poder seguir controlando el destino de los demás.


{Espacio para el desarrollo de cada aventura. Algunas ideas al final…}


La Luna bosteza y, lenta, se desliza sobre su cama al otro lado del globo. Las agujas de los relojes empujan, impacientes, los rayos de luz. Las miradas se aproximan entre ellas, acompañando a susurros cansados. Susurros que invitan a prolongar la velada detrás de cortinas, entre sábanas y bajo el encanto de un hada que también duerme de día.



{Ideas:
Somos mimos, pero estamos de vacaciones.
Fuimos espías de la inteligencia nacional.
Somos hijos desheredados del Opus Dei.
Vendemos galletas de niña exploradora.
Somos nietos bastardos de Fidel Castro.
Robamos diamantes.
Somos astronautas retirados.
No podemos revelar nuestras identidades.
Somos psicoanalista y paciente.}

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