Locuras en una licuadora humana

En este sitio encontrarán alucinaciones, delirios y todo tipo de banalidades creadas por una mezcla de los tornillos que faltan en mi cabeza y una dosis de extranjería inevitable... Ríanse y sepan que todavía existo. NOTA IMPORTANTE: No me hago responsable de palabra alguna publicada en este sitio.

10.1.05

Soy tu regla

“Hola, soy tu menstruación” dice con un tono ridículamente pícaro una dama vestida de rojo en un comercial de televisión. Lúcido, exhausto, sobrio, ebrio y drogado, he visto tal escena, y siento dicha frase reinventarse siempre en mi cabeza, como si en cada ocasión la escuchase por primera vez, y veo a la dama en rojo saltar cual ansiosa imbécil esperando que su víctima la acoja al estilo invitada especial. El resto de la trama no tiene importancia; esas cuatro primeras palabras tienen la fuerza suficiente como para redirigir cualquier pensamiento en el que previo al hecho pierdo mi tiempo, y lanzarme hacia teorías poco constructivas, pero a menudo interesantes, o bien, capaces de hacerme pasar un buen rato filosofando sobre una banalidad adicional.

Y si creara todo un diálogo al respecto, pienso en este instante que sería algo de este estilo:

-¿Mi qué?, se pregunta la víctima sorprendida de ser abordada de tan extraño modo.
-Tu regla, niña, responde la dama de escarlata. A propósito, me llamo Hemorragia López, pero me apodan cariñosamente Carlota... Me encanta que me llamen Carlota. Mucho gusto.
La chica, vestida de traje vulgarmente ajustado, replica indignada:
-No te esperaba hasta pasado mañana. ¡No sólo eres una maldita inoportuna, sino que además eres una ingrata! ¿No te das cuenta que cada 28 días –sí, la chica es regular y puntual en sus menesteres femeninos- te recibo muy amablemente? Te acojo, te sonrío, a veces te celebro junto a mis amigas... ¡Hasta te hablo cuando estoy sola y aburrida!

Una semana antes, había convencido a su mejor amigo, un chico regordete (casi obeso) pero fálicamente bien dotado, de tener un picnic desnudos en el campo. Luego de sendas copas de calimocho (desagradable mezcla de vino barato con cola) intentarían lo impensable, lo que ambos habían deseado en secreto desde hacía meses, y que en una noche de borrachera y confesiones, había salido a la luz, sin pelos en la lengua. Ella lo deseaba, pero le avergonzaba el hecho de que nunca había alcanzado un orgasmo más que soñando con actores de cine de los cincuentas, y por ello se cohibía. Él también la deseaba, pero hacía años que la barriga no le permitía verse el pene y sólo lo lograba con un espejito de maquillaje que había robado en una tienda de artículos variados, y por ello también se cohibía e intentaba no pensar en el asunto.

La chica, claramente indignada, permitió que Carlota, su regla, pasara y no le quedó más remedio que brindarle una taza de café. Su día había sido estropeado por completo. Pero su libido, aún más fuerte que al principio, la torturaba al extremo de experimentar impulsos asesinos... Y, mientras drenaba lentamente la greca sobre la inmaculada taza, se preguntó si sería posible cometer un crimen en contra de su propio período menstrual, asesinar a Hemorragia López, su regla, su martirio tan frecuente. Quizás unas gotas de cianuro podrían acabar con el sufrimiento femenino para siempre, pensó la joven, dibujándose una sonrisa maligna sobre su rostro...

-Paquito, dijo ella al teléfono, recuerda empolvarte bien. Ven a por mí en una hora.

El humano a veces es capaz de sobrepasar los límites de lo racional cuando quiere sexo.