Locuras en una licuadora humana

En este sitio encontrarán alucinaciones, delirios y todo tipo de banalidades creadas por una mezcla de los tornillos que faltan en mi cabeza y una dosis de extranjería inevitable... Ríanse y sepan que todavía existo. NOTA IMPORTANTE: No me hago responsable de palabra alguna publicada en este sitio.

27.3.08

Almas nocturnas

Mi nombre poco importa. El de ella podría resultar algo más interesante, pero tampoco hace falta mencionarlo. Somos la misma persona en dos individuos de sexos opuestos. De día descansamos de nuestra ineludible identidad, pagamos impuestos, y colaboramos con el engranaje social de los teclados y de los contactos a distancia. Detestamos, como todos, el grito ensordecedor del despertador en la mañana, la ducha caliente dentro de un baño congelado, el café que sólo existe en presencia de un cigarrillo, y todo lo que acontece a medida que pasan las horas. Pero la Luna no descansa y, con ella, el Sol queda arrastrado de nuevo. Entonces todo se oscurece y damos otra vez la bienvenida a esas tandas de juegos prohibidos.



De noche volvemos a ser aquello para lo que vivimos. Entramos en un mundo en el que “saber estar” no es cosa de todos, y pocos se logran deleitar con esos placeres nocturnos. Nuestra afición consiste en deshacer parejas. Quebramos el espejo que se forma cuando dos miradas se tocan. Disolvemos el bailar de las frases ajenas que, al unísono, pierden el interés por la otra. Nos adentramos en un aura ya multitudinaria y cambiamos el sentido de la química inalterable que en algún momento hubo.

Y así damos inicio a una sinfonía a cuatro instrumentos que, en conjunto, interpretarán horas de melodías posiblemente muy conmovedoras. Una red de gestos, miradas y algunas caricias se entreteje y, suavemente, electrifica el ambiente en el que suspiros y humaredas coexisten. Sonidos, olores y sensaciones de calor intermitente…



Es interesante como, en ocasiones, suceden las cosas. Una historia, dando vueltas con la música y las copas, puede transportarnos a una dimensión distinta en la que, a menudo, podemos experimentar desenlaces sumamente diversos. Allí encontramos ese elíxir que nos mantiene vivos y en un éxtasis constante. Allí es donde todo termina descifrando su verdadero significado y donde el universo se nutre y descansa, para luego poder seguir controlando el destino de los demás.


{Espacio para el desarrollo de cada aventura. Algunas ideas al final…}


La Luna bosteza y, lenta, se desliza sobre su cama al otro lado del globo. Las agujas de los relojes empujan, impacientes, los rayos de luz. Las miradas se aproximan entre ellas, acompañando a susurros cansados. Susurros que invitan a prolongar la velada detrás de cortinas, entre sábanas y bajo el encanto de un hada que también duerme de día.



{Ideas:
Somos mimos, pero estamos de vacaciones.
Fuimos espías de la inteligencia nacional.
Somos hijos desheredados del Opus Dei.
Vendemos galletas de niña exploradora.
Somos nietos bastardos de Fidel Castro.
Robamos diamantes.
Somos astronautas retirados.
No podemos revelar nuestras identidades.
Somos psicoanalista y paciente.}

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22.3.08

Filosofía de patio


Me resulta impresionante como me atrapa la música. Luego de algunas caladas, me arropa, me hace esclavo pasajero, y comienzo a vivir a su ritmo, a tantos latidos por minuto como me pida que logre.

Y me abstraigo en las arrugas de la cortina que, allá al fondo, da la bienvenida a la fresca brisa de una noche de otoño. Curtida sobre el blanco que algún día vistió, me defiende de las sombras que abajo deambulan sin rumbo, una que otra a más volumen del que quisiera.

Vuelvo al sonido que, por segundos, se sintió ignorado, cuando en realidad era uno de los grandes culpables de lo sucedido. Y lo sigue siendo.

Por momentos creo sentir vibrar los vellos de los brazos. El cosquilleo cuasi-imperceptible que provoca me recuerda que estoy vivo. Tan vivo como desde que nací, aunque en un estado de anti-consonancia con lo que se encuentra al cruzar mi ventana.

Y así, solo, me encuentro acompañado, mientras mi espalda experimenta una fusión incontestable con la usada tapicería de este sofá. Aquí he dormido pocas horas pero han sido gloriosas. De ésas que siempre querré recordar cuando necesite percibirme en un estado total de levitación asistida.

Lamentablemente hay músicas y hay músicas. Algunas son capaces de hacernos volver a instantes de luz dejándonos parcialmente ciegos, y extraídos con violencia de un mundo en el que muy pocas cosas importan, en el que cobran vida las relaciones con nuestras soledades, y esos largos bailes en conjunto. Me parecen largos, y el reloj se engaña. Como una cuerda que se estira sin ceder ni un solo instante. Salvo cuando la música te vuelve a despertar, obligando a ese elástico a regresar a su estado inicial en el que otras pocas cosas recobran su importancia. Como un renacer deseado a medias…

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