Locuras en una licuadora humana

En este sitio encontrarán alucinaciones, delirios y todo tipo de banalidades creadas por una mezcla de los tornillos que faltan en mi cabeza y una dosis de extranjería inevitable... Ríanse y sepan que todavía existo. NOTA IMPORTANTE: No me hago responsable de palabra alguna publicada en este sitio.

25.11.08

...de after...

Según la hora y el contexto, la vida puede percibirse de un millón de formas distintas…

Caen algunos rayos de luz recién despertados, con muchísimas ganas de vivir, de alumbrar y calentar… Calentarnos a todos y hacernos sentir que todavía seguimos vivos y llenos de ilusiones ingenuas, aunque a veces perversas.

Intentamos sentir esas últimas bocanadas de histeria nocturna. Prolongamos cada segundo que queda, cada momento que invita a culminar la sensación de éxtasis de una noche a punto de ser olvidada.


(Escrito un sábado a las 08:39am.)

7.11.08

Tropezones

Cuéntame tu más oscura fantasía, desnudando sólo un rato tu pudor. [No quiero que me mientas esta vez.] Desviste tu mirada y dame una sonrisa… Que sea maligna, que me invite a penetrar lo más profundo de tu mente, a follarme a tus secretos, que me hechice y me convenza de dejarte sola con los míos.

Mordisquea mi consciencia, lame cada palabra que digo, y mientras tragas párrafos enteros de dialéctica y lujuria, córrete dentro de este cuento de hadas. Deshazte del peso que esclaviza a tus músculos, permite a ese gemido escaparse de tu vientre, pierde la mirada sobre sábanas sudadas, pero no te muevas, que la cámara de fotos incrustada entre mis ojos inmortalizará tu figura y tu delirio, regalándome un recuerdo eterno, un momento repetible en el que todo lo que está bajo tu piel me pertenece.

En un trance espiritual, a siglos luz de ti, de mí, recorro con mis dedos la humedad que brota de tus poros, dibujando tu cintura, tus costados, tus anhelos, y el tiempo es divino porque aquí no existe, quedó enredado en la última prenda que soltaste ansiosa en la escalera.

Compartimos grandes dosis de olvido disfrazado de humareda, bocanadas de cosquillas que entumecen los sentidos; nos apoderamos de este trozo de vida como bohemios neoclásicos, tarareando una oda a la inocencia rebelde, al escapismo pasajero, a los placeres más básicos.

Bobo, platónico retro-existencialista, fiel a las remembranzas alcohólicas, juego con tus labios y los míos, escupiendo mi más sincera dedicación, bebiendo cada gota de tu ser, tan dulce como versos aun por ser escritos, tan frágil, transparente, como la verdad misma.

Enamórame del cielo antes de entrar, ahógame en un oasis de suspiros. Asfíxiame en tu calma, una, dos, tres veces, y cuando ya no queden peces, arrójame en el mar, e incinérame con gritos de locura hasta extinguirme.

1.11.08

Opacos

Todos tenemos secretos, algunos grandes, otros chicos, pero inevitablemente todos…

Si los tuyos estuviesen en venta, compraría alguno que otro para pasar las lluviosas tardes de domingo, en las que el Sol, triste y resfriado, no hace más que lamentarse, y llora rayos tenues, frágiles, sombríos, mientras yo descubro imágenes e ideas de tu vida que en mi mente jamás habría querido tener.

Dicen que si tuviésemos acceso a los pensamientos ajenos, nadie sería amigo de nadie. Sólo imaginarlo me da miedo. De ahí, el pilar fundamental de la amistad: el secreto. Desde niños, al crecer, al amar y envejecer, escondemos delitos virtuales, deseos inalcanzables y placeres ilícitos, compartiendo dignamente con los otros en una confortable nebulosa de verdades a medias y sonrisas en colores pastel.

Adolescentes y ancianos, abogados, prostitutas, y hasta el perro guía que fielmente conduce a los ciegos. Unos tras otros, inventamos realidades paralelas para camuflar ciertos detalles de la vida, haciéndolos imperceptibles al ojo poco diestro, ocultando en las miradas fantasías desdeñables, anhelos maquiavélicos, e indicios de instintos suicidas.

Una vez oí: Le haría el amor a tu psiquiatra sólo para poder acariciar a tus secretos mientras duermen, y violarlos sin dejar un solo rastro…

Pasan los días y, en conjunto, entonamos sinfonías dulces al oído, fáciles de oír y tararear, evitando despertar los malestares posteriores a una resaca de luz y transparencia.

Al final de cada jornada se cierran las cortinas, se desatan los tabúes y a escondidas dejamos descansar nuevamente a la bestia vestida de bella, esperando una vez más que, a la mañana siguiente, el maquillaje que rigurosamente vestimos no se nos corra.