Locuras en una licuadora humana

En este sitio encontrarán alucinaciones, delirios y todo tipo de banalidades creadas por una mezcla de los tornillos que faltan en mi cabeza y una dosis de extranjería inevitable... Ríanse y sepan que todavía existo. NOTA IMPORTANTE: No me hago responsable de palabra alguna publicada en este sitio.

12.5.08

Heroína virtual

¿Por qué vende tanto el sufrimiento? Me pregunto…

Los libros, la radio, los cines y todo a nuestro alrededor, impregnado de un aire con sabor a prensa rosa. Sensacionalismo hasta en el desayuno y después de la siesta. Lo ajeno se vuelve “importante” cuando es triste, y se desarrollan, en paralelo, telenovelas reales y efectivamente humanas. Tantas como para aburrir. Escoges una para pasar la tarde, pero no entiendes; las cosas andan bien en el hogar. Te desprendes de ella, y a por otra.

El remordimiento en tu facción batalla feroz contra una risa inmunda, aún en potencia. La reservas para más tarde, cuando haya público con el que divertirse a costa de otros.

Es curioso. Esta sensación no conoce género, clase ni credo. Es la verdad que nos une y nos hace partícipes del engranaje social (del que, al parecer, me gusta tanto hablar). Una verdad pura y absoluta como la vida misma, como el hambre, el sexo y la muerte. Un mismo idioma, millones de dialectos.

¿Por qué parece tan difícil mirar hacia dentro? ¿Se facilita tanto el contacto con el mundo exterior a un nivel en el que nuestras propias existencias se trivializan, o es que preferimos evitar levantar falsos testimonios y así escapar del ojo de la tormenta dentro de la cual vivimos?



Ante el pan y el circo, me decanto por el pan; el circo lo invento a mi manera. Telenovelas que carecen de mentiras populares pero que rebozan de miradas y sonrisas también latentes, escondidas entre rostros coloridos, con aroma a humo, alcohol y sudor. Sentimientos que se estremecen, por momentos, miradas que juegan a no desearse las unas a las otras. Mentiras más frágiles, ligeras y con ganas de sentirse acariciadas, desvestidas, recordadas… Retumban los oídos, se abren los poros, se marea la consciencia y allí renace una inocencia perdida, lista para otorgar un nuevo viaje espiritual que no será largo pero dejará rastros en el inconsciente posterior.

Luego de unos años, y miles de rastros de inconsciencia, podemos reinventar toda una vida y perdernos despiertos en un cuento de hadas casi verídico, para así soñar en continuo y transcurrir en un trance apenas perceptible.

Son dos versiones muy distintas de la misma anestesia de vida. Prefiero drogarme con la mía.

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