Locuras en una licuadora humana

En este sitio encontrarán alucinaciones, delirios y todo tipo de banalidades creadas por una mezcla de los tornillos que faltan en mi cabeza y una dosis de extranjería inevitable... Ríanse y sepan que todavía existo. NOTA IMPORTANTE: No me hago responsable de palabra alguna publicada en este sitio.

22.10.05

Llueves


Quiero tocarte, pero pienso que no osarías permitir que mis dedos se deslizasen por toda tu piel, que añora tanto ser acariciada, pero llora reprimida por la idea de quedar decepcionada nuevamente. ¿Por qué me tienes miedo? Creo que no lo merezco.

[Hace meses su figura comenzó a boicotear la capacidad en mí de concentrarme en cosas constructivas y en el día a día que a menudo aburre. Comencé a tropezarme en el intento de vivir como el más común de los mortales y a arrastrarme por el suelo queriendo esconderme de la muchedumbre. Era oficialmente esclavo de un espasmo mental, y de su recuerdo.]

Está lloviendo, déjame quererte. Si cerraras los ojos y luego me besaras, olvidaría muchas cosas, borraría de mi mente situaciones e ideas ya sin importancia. No importarían durante esos minutos en los que tu saliva le da sabor a mi vida.

[La vi mientras esperaba por un taxi. Sobre su rostro, las gotas de sudor se confundían con el rocío de la mañana. Tenía tanta prisa que le costaba reconocer que había otras cosas a su alrededor. Dejé de tener prisa y me costó reconocer que había cosas a nuestro alrededor.]

Sigue lloviendo, escúchame un instante. Siente como tiemblo cuando pienso en que me olvidas. Permite que le grite al universo y que pinte estrellas con tu nombre. ¿Y si salvamos lo que un día tuvimos? ¿Y si revivimos cada segundo en los que mis manos calentaron tus caderas y tu cuello?

[Me mira pero no me reconoce. Me escucha pero no comprende que detrás de mis palabras no hay más que el genuino deseo de inmortalizar este momento. Me huele, y ese olor que desprenden mis poros la hace dudar. Quisiera darle una nueva oportunidad a su instinto animal pero ya es tarde. La amargura de lo racional ahora es dueña del más puro de sus impulsos y la obliga a negar todo contacto con el afecto.]

Llueve con mayor intensidad, libera tu energía. Golpéame, escupe sobre mi cara, pisotéame y disfrútalo, pero dime algo cuando hayas terminado. Tu frialdad me corta la piel, tu silencio perfora mis oídos y con cada respiro, la desesperación que produce tu indiferencia agrieta lentamente mis pulmones.

[Quise perseguirla toda esa mañana. Un café y tres cigarrillos, la cuenta y escalofríos a la espera de cruzar nuestras miradas un segundo. Un rato más tarde, una nota de su parte me rogó que desertara. No es el momento… Te pido que dejes de buscarme por un tiempo. Cuando el nudo en la garganta te impida respirar por tus propios medios, regresa. Paso por aquí cada mañana. Fui incapaz de seguir sus órdenes y la busqué, día tras día, café tras café. Ella lo supo.]

Ha parado de llover. Ya no estás.

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